viernes, 12 de agosto de 2011

Día 3 - No somos nadie.

Bienaventura hermana: 

El coche ya no se encuentra entre nosotros. Todo ocurrió tan deprisa, tan de improviso... no tuvimos tiempo de despedirnos. Quién nos iba a decir que esa maldita cuesta iba a ser su tumba. Empezó con un gorgeteo, luego el motor empezó a afixiarse, y después una humareda nos nubló la vista y desinfló nuestros sueños. Más tarde, sólo silencio. Mi compañera de viaje, al contemplar el humo, dijo que era aceite quemado, pero yo sabía que era su alma, que abandonaba su antiguo cuerpo para volver a la madre coche (el desgüace mas cercano). Todos los coches cuando mueren van a un aparcamiento muy alto. Tan alto que el final no se ve, porque se pierde entre las nubes. Allí, dependiendo de si han sido buenos o malos para sus propietarios, pasarán su última ITV. Si han hecho bien su misión, se les pondrá un alerón en la cabeza y un estéreo. Después irán a una pista de carreras donde podrán correr sin límiete de velocidad durante toda la eternidad con gasolina 98. Si han sido rebeldes, se les lleva a un atasco en hora punta. Donde esperarán y esperarán, y donde nunca podrán avanzar. Y lo largo de los siglos, las bocinas les consumirán la razón hasta caer en la locura. Si no queda clara su culpabilidad o inocencia, el seguro público divino les enviará a un taller. A ver qué se les puede hacer. 

Sé que en estos momentos, el nuestro estará corriendo con la moto de Ghandi y el escarabajo de la madre Teresa. Ahora está en un sitio mejor. 

Cuando este lamentable incidente ocurrió, tomé la iniciativa para solucionarlo. Como un caballero, me ofrecí a vigilar el coche mientras ella se iba a buscar un pueblo, andando bajo un intenso sol quemacerebros, y encontrar un mecánico. Hice mucho hincapié en que fuera una mecánica rubia. Por lo que me quedé pesadamente en el coche, con aire acondicionado, viendo la segunda de Shreck, mientras ella practicaba un saludable ejercicio aeróbico y se ponía morena. 

Encontramos un granjero, que nos remolcó con su tractor hasta un pueblo llamado "Lejos de la humanidad y cualquier símbolo de civilización". Sinceramente, ni me fijé en el nombre, me distrajeron sus medios tecnológicos tan... precarios. Tanto, que temí encender mi mechero por miedo a que me acusaran de brujería. Allí nos dijeron que el mecánico no abriría hasta mañana, ya que hoy era festivo. Tendríamos que pasar la noche en el pueblo. ¿O fue el pueblo quien lo decidió? ¡He escuchado un ruido! Ya ha parado. Supongo que no habrá sido nada. 

Explorarmos sus calles para distraernos. Aunque por lo poco estimulante que eran los alrededores, a mí me parecía que más que pasar el tiempo lo estabamos asesinando a sangre fría, y delante de su madre. No entiendo como alguien puede vivir de esta manera. La gente se comportaba mecánicamente. Todos haciendo las mismas cosas. Las mujeres se sentaban en las puertas de sus casas para cotillear, los hombres jugaban a las cartas, y los niños traficaban con heroína. ¡Ah, no! Era solo un enano que nos topamos en una esquina. Los críos jugaban a las cartas o cotilleaban en las puertas de sus casas. 

Si algún día tengo que dibujar la monotonía, estamparía lo que estaba contemplando en esos momentos. Salvo al enano, claro. ¿Dónde está la creatividad, el impulso de ser algo más, de no conformarse con lo que se tiene? Al llegar a las afueras y ver unas parejas "demostrando su amor", comprendí todo. Al final si hasta les voy a tener envidia a estos bárbaros. Después de todo no eran tan infelices como parecían. 

Deambulando, nos encontramos con un mercadillo instalado en plena calle. Vendían de todo lo que te pudieras imaginar, y algo más si tenías pinta de extranjero. Varias veces me vi tentado en comprarme un Rólex pirata. Con su calavera de fondo y sus manecillas de huesos. Pero mis ojos se posaron sobre un Rólex de imitación. Desde lejos parecía original. Y desde cerca... también. ¡Incluso el precio era igual a uno nuevo! Preguntando al vendedor me enteré de que mi alemán necesitaba un importante repaso. Me resultó tan raro su acento que no tenía claro si estaba negociando el precio o se había atragantado y me pedía auxilio. Al ver que su cara no se volvía verde, le pedí a mi compañera que intentara traducirme. 

Al final resultó que era el reloj de su padre, que había ganado mucho dinero como minero en peligrosas excavaciones y que había muerto recientemente por causas laborales. Le atropelló un coche cuando volvía a casa. No estaba dispuesto a gastarme un dinero que no tenía, por lo que continuamos nuestra ruta turística ignorando ese flamante reloj. 

Me recordó a las pulseritas VIP que nos dieron en el parque temático al que fuimos hace dos años, que si la enseñabas podías subir gratis a todas las atracciones que quisieras. Pues el Rólex lo mismo, pero cambiando atracciones por mujeres. 

Resignados, frustrados, cansados, furiosos, apenados, tristes, nerviosos, y algo violentos; decidimos comprarnos un canario. Lo llamamos Alfredo. Un bichejo de lo mas listo. Incluso más que algunos de mis amigos. Salvo tu actual novio, que es uno de mis mejores amigos. Porque sois novios, ¿no?¿No se habrá atrevido a darte un beso? Pero volviendo al tema, Alfredo era tan gracioso que decidimos llevarlo con nosotros a cenar. 

Creo que fue el momento mas íntimo que habíamos tenido nunca. Bebimos, comimos, reímos, jugamos, hacíamos el tonto, nos contamos secretos... Incluso hubo un momento que... ya sabes, me gustó un poquito. Pero nada, sólo un suspiro. Un latido del corazón. Una fracción de segundo. Lo que tarda mamá en empezar y dejar una dieta. 

Para hacer la digestión, paseamos por los alrededores. Cuando nos cansamos, nos sentamos en un montículo de paja que había por ahí, y nos pusimos a mirar las estrellas. Y en un momento determinado, cuando menos lo esperamos; nos incorporamos, nos miramos a los ojos y... decidimos terminar la velada. Alfredo no para de molestar. 

Y eso fue todo, al menos por hoy. El hostal tenía wifi, por lo que pensé en enviarte este correo antes de irme a dormir. Espero que mañana el mecánico pueda revivir el coche, porque estoy empezando a impacientarme. Nuestro tío se irá pronto, y yo no sé si podré llegar a tiempo. 

Tu hermano que siempre estará a tu lado. 

Raúl



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