lunes, 18 de julio de 2011

Día 2 - Una bufanda por un viaje.

Inteligente hermana:

No hay suficientes adjetivos en nuestra lengua para expresarte mi más pura admiración. ¿Quién lo iba a decir? Te voy a dar la razón. Pero no esa razón que doy para que te calles, ni esa otra que compro los domingos por la mañana en el kiosco. ¡NO! Ésta es de verdad. ¿A qué se debe este ataque de sinceridad, tan bien merecida, desde mi persona? Pues a que acertaste cuando comentaste que tal vez, aunque improbablemente, mi billete estaba mal.

Diste justo en el centro de la diana. Me he equivocado, algo poco habitual en mí. Y a la vez, algo perturbador para la gente que me admira (¿Qué pensará Su Santidad de mí?). Pero no te preocupes, lo único que ha pasado es que estoy en Berlín.

Empecé a sospechar cuando bajé del tren. Había mucho alemán; tal vez demasiados. Luego, mis sospechas fueron en aumento cuando comprobé que el mapa del autobús no estaba en francés. Pero lo que despejó toda duda fue cuando no encontraba tiendas de boinas. Algo raro estaba pasando. A lo mejor solo eran divagaciones mías. Podría ser que estaba en el típico barrio alemán, o que Alemania había invadido Francia durante mi viaje en el tren. Pero cuando miré el billete más de cerca comprobé que... sí, lo que sospechaba: tenía una mancha de café. ¡Y no sólo eso! En destino ponía claramente Berlín. ¡Maldita vendedora de billetes! Admito que no la escuché muy bien cuando me hablaba porque mis ansias por irme de Amsterdam eran muy superiores a mi autocontrol, y prestaba mas atención a su escote que a su boca. Pero estas cosas no deberían pasarme.

El daño ya estaba hecho. Daba igual lo grande que tuviera las tetas. Estaba en Alemania, y sin dinero. Tú sabes mejor que nadie que la gente me conoce por mi templanza y mi ingenio para salir de estas situaciones.

Después de estar un rato llorando en posición fetal, mientras llamaba a gritos a nuestra madre, a una chica se le cayó la bufanda al suelo. La recogí, la olí (Channel 3 lo menos), la tasé (no pasa del euro), y me probé (no combinaba con los zapatos); fui tras la dama para devolvérsela. Ella se dio la vuelta y... vi un ángel encarnado en un cuerpo de vicio. Podría pasarme horas describiendo su belleza, pero mi batería no daría para tanto. Llamarla “preciosa” se quedaba corto, como decir que el océano pacífico tiene algo de humedad, que el sol brilla ligeramente, que el Sáhara apenas tiene arena, o que papá sólo tiene pelusilla en el sobaco. Ahora ya se porque nací: para poder mirarla durante unos instantes. He cumplido todos mis objetivos, ahora podré morir en paz. No hay belleza comparable en este mundo. Es más, me voy a arrancar los ojos porque ya no hay nada más interesante que ver en este mundo.

Como te puedes imaginar, me quedé como una estatua mirándola. O por mi cara estupefacta, como una gárgola. Intentando recordar cómo se respiraba. Tenía que mover cualquier músculo para demostrarle que estaba vivo. Pero la magia se rompió cuando la propietaria de la bufanda se movió hacia mí, tapándome la visión de la diosa que estaba mirando. Ella desapareció de mi vida, y en su lugar quedó la chica que perdió la bufanda.

Volví a la realidad. Era como si las sirenas hubieran cesado de cantar. Me sentía aturdido y confundido. Había una joven, de ventipico años, intentando arrancar la bufanda de mi mano mientras me daba las gracias. Llevaba puesto unos vaqueros medio rotos (aunque parecían recién comprados), una camiseta amarilla trescientas veces mas grande que su talla recomendada, dejando a la vista el tirante del sujetador de la parte izquierda, y un pelo largo recogido en un moño atravesado con unos palillos chinos, los cuales no sabría decirte si estaban usados. O de si ella era consciente que los llevaba puestos. Tal vez se había caído en una tienda china. Eso explicaría parte de su vestimenta. Cuando consiguió que soltara la bufanda, la invité a tomar algo.

Ahora estoy subido en su coche camino de Francia. No en el maletero, sino como copiloto. De lo contrario, ya te abría comentado algo de un rescate con billetes sin marcar y un helicóptero. Resulta que ella también tiene que ir a París, pero por cosas de estudios. Es pintora indie o algo similar. Tampoco hemos tenido tiempo de profundizar en nuestras vidas. Le conté mi tropiezo y... mi sonrisa hizo el resto.

Me estoy mareando, te voy a dejar por hoy. ¡Ah! Antes de que se me olvide. Emilio es un partidazo, ¿por qué no quedas un día con él? Es un gran amigo, y sé que le gustas; sólo tienes que darle un pequeño empujón (una caricia, un beso, un polvo, un hijo...), y será tuyo. No me gusta la vida solitaria que tienes, ya es hora que te busques a alguien que te comprenda y que te quiera. Eso o te metes a monja, pero creo que eso no te va. Dale una pequeña oportunidad mañana a las 22:00 en el restaurante Humphrey's. Os he reservado una mesa para dos a mi nombre.

Ya me cuentas como fue la cita.

Un abrazo de tu hermano que te quiere.

Raúl




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